Tenemos que admitirlo. Las costumbres de algunas especies animales se aproximan a historias de fantasía o peor aún, a cuentos de charlatanes. Tal es el caso del gavilán caracolero (Rosthramus sociabilis) o corobero que se alimenta casi exclusivamente de caracoles de agua dulce del género Pomacea, llamados comúnmente guaruras o corobas (en el estado Falcón).

Macho adulto de gavilán caracolero. Foto: Manuel Pérez

Volando, como hacen las aves rapaces, el gavilán busca a su presa en lagos, esteros o ríos de aguas claras y una vez que la divisa, se precipita para capturarla con sus garras, sin necesidad de zambullirse. Luego la lleva hasta su comedero y procede a hacer la disección de su alimento.

Con su especializado pico fuerte y curvo rompe el opérculo del caracol. Esa estructura es la “tapa” que, fijada a un fuerte músculo llamado “pie,” permite al caracol encerrarse dentro de su concha al sentirse amenazado. Una vez retirado el opérculo, el gavilán corta el músculo y extrae el animal. Luego retira un órgano anaranjado llamado hepatopáncreas (que tiene funciones similares a las del hígado y el páncreas en los vertebrados), para finalmente ingerir el resto del caracol.

Esa operación dura, aproximadamente un minuto.

Juvenil de gavilán caracolero. Note la curvatura del pico, adaptado al consumo de caracoles. Foto: Manuel Pérez

Pero los caracoles son fuente de alimento para muchas más especies animales incluyendo a otra ave típica de los llanos que comparte los mismos ambientes del gavilán caracolero: el carrao (Aramus guarauna).

A diferencia de los gavilanes, el carrao no se destaca por un ágil vuelo. Esta ave busca sus presas mientras camina por las orillas del agua o sobre la vegetación flotante, proceso que se ve facilitado gracias a su ligero peso y sus patas similares a la de las garzas. Su pico no es delgado y curvo sino largo, aplanado en la punta y muy fuerte, por lo que la captura de los caracoles va acompañada de un golpe con el cual rompe la concha.

Cualquiera sea el caso, luego de usar una delicada herramienta o una suerte de martillo, a cada ave podemos desearle ¡bon appétit!

Juvenil de gavilán caracolero. Foto: Manuel Pérez

El texto corresponde al Libro El Arca Criolla, relatos sobre animales de Venezuela, de Alejandro Luy y editado por Fundación Tierra Viva. Para adquirirlo puede visitar el siguiente enlace.