La afectación del samán de La Viña, símbolo de la valencianidad, el cual empezó a secarse por causas desconocidas, causó gran preocupación en la localidad, generando una denuncia que movilizó a las autoridades regionales y a un grupo de especialistas a efectuar un diagnóstico y un plan de recuperación del ejemplar. La cobertura que se le dio a este hecho implica que muchos ciudadanos han comprendido la importancia del bosque urbano, y como la pérdida de sus componentes deteriora la calidad de vida.

Pero también existen personas con poca conciencia ambiental, grave desconocimiento de las leyes que protegen el patrimonio natural, y escasa o nula valoración de los servicios que presta el bosque urbano, cuyas acciones alejan a la ciudad de lograr los objetivos de desarrollo sustentable que se pretende que el mundo alcance en el 2030, por el bien de todos.

En la capital carabobeña suceden ilícitos ambientales con mucha frecuencia: corte de árboles sin permiso, venta de fauna silvestre, contaminación de aguas superficiales, apertura de pozos profundos sin el debido visto bueno ambiental y muchas otras situaciones que atentan contra las leyes ambientales y las Ordenanzas Municipales de Calidad de vida y Manejo de desechos.

La ciudad de Valencia, a pesar de su talante industrial, históricamente se ha preciado de mantener sus áreas verdes. Ello se refleja en las proyecciones de su urbanismo, según las cuales para el 2021, se contaría ya con un corredor boscoso a lo largo del río Cabriales, mediante el cual se conectarían los dos grandes parques de la ciudad: El Fernando Peñalver y el Metropolitano. Ello permitiría crear una franja de protección para la biodiversidad de la ciudad y garantizar la contención y limpieza del río que atraviesa la urbe.

En 2020 con la llegada de la pandemia y las complejidades sociales y económicas que atraviesa, Valencia no está ni cerca de lograr este corredor, ni de ser una metrópoli iniciada en el camino del desarrollo sustentable. De no tomar medidas, los valencianos podríamos experimentar la pérdida de casi todos nuestros acuíferos por la contaminación. Son muy pocas las quebradas que aún producen agua dulce y limpia, tanto en la Gran Valencia como en los municipios Naguanagua, Los Guayos, San Diego, Guacara y Libertador.

Pero no todo es malo; existe un real esfuerzo de la ciudadanía organizada para proteger los bosques urbanos. Entre los que podemos mencionar:

1.       La reforestación del Cerro Casupo, primer parque municipal del país para la protección de la fauna, flora y el agua, gracias a la acción combinada de la comunidad, la empresa privada y las autoridades locales.

2.      La declaración de “La Fila de la Guacamaya”, como parque municipal, gracias a los vecinos del casco central de la ciudad y de la comunidad de La Guacamaya. En este parque la organización Valencia la Nuestra y Fundación Tierra Viva suman esfuerzos por facilitar educación ambiental a través de actividades de senderismo e interpretación del patrimonio natural.

3.      Eco-Tazajal, asociación vecinal deportiva y cultural que ha emprendido labores de reforestación y conservación en el Cerro Tazajal.

4.      Los vecinos organizados de San Diego están trabajando para consolidar su parque municipal en el Cerro El Copey,

5.      Y en la urbanización El Trigal, la comunidad ha emprendido la reforestación del cerro del mismo nombre.

Ajá, pero… ¿Y el samán?

Podemos contarte que un grupo de profesionales liderados por Esmeralda Mujica de Jorquera, reconocida ambientalista y miembro de la Junta Directiva de Fundación Tierra Viva, Doménico Pavone, Carmen Andara y Julia Álvarez Barco, biólogos de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Carabobo, con el apoyo de agrónomos, botánicos y la Guarderia Ambiental del Ministerio de Ecosocialismo (MINEC) están realizando un análisis para saber que está pasando con el samán, si está enfermo o fue envenenado, y de qué manera se podría rescatar o, de ser necesario, sembrar un sustituto.

En conclusión, Valencia tendrá su samán. Y también tendrá su bosque, si los ciudadanos lo decidimos y trabajamos en pro de la conservación.    

Javier Eduardo Rodriguez Irigoyen